La Historia de la Ruleta
Historia de los Juegos de Azar
Cuenta la mitología que Mercurio estaba rodeado de un halo luminoso que lo había ganado, nada menos que la Luna, en una partida de tablas (ancestro del backgammon). Según la leyenda, el veloz Mercurio le apostó una séptima parte de su luz a la pobre Selene.
En 1850 A. de C. el imperio babilónico prohibió toda lotería ajena al templo o al palacio. Así, el código de Hammurabi convertía los sorteos en reserva fiscal, costumbre que se prolonga hasta nuestros días. Casi cuarenta siglos después, no falta lotería en prácticamente ningún país.
Para Tales de Mileto, la esencia del cosmos era el agua: para Heráclito de Efeso, el fuego. Para Pitágoras y sus seguidores, el universo, era regido por los números. Pero el azar, junto con la necesidad, llegaría a convertirse en la base de la filosofía del sabio Demócrito.
Otros filósofos también se ocuparon en detalle del tema: Platón aseguraba con sarcasmo que los egipcios consideraban al juego un invento de Zeud -un demonio distinguido-, pero callaba su propia opinión al respecto. Para Aristóteles, los apostadores eran "avarientos y ladrones", opinión que, al mismo tiempo, utilizaba para descalificar a gran parte del pueblo griego, decididamente propenso a las emociones del azar.
En la obra "El sitio de Troya", de Sófocles, se hace referencia a los dados de Palámedes, antepasados, quizás, de la bola de marfil de la ruleta. Los poetas han gustado casi siempre del juego. Uno de los pocos quo lo criticó fue Ovidio.
Pero hasta Alfonso X, mas poeta que rey, cuando se lo pidió que persiguiera al juego, se conformó con dictar el "Ordenamiento de las Tafurerfas", palabra que viene de TAFUR, luego tahúr.
Cuando Ricardo Corazón de León y Felipe I partieron para las Cruzadas, creyeron conveniente dictar una prolija reglamentación acerca de cuanto dinero podía jugarse, según el rango militar de cada quién.
Carlomagno había sido mas firme: reprimió enérgicamente la afición al juego, aunque los cónsules romanos, siglos antes, hubieran tenido una posición más moderna: hacían pagar impuestos a los regentes de apuestas.
Acerca de la Ruleta
Se dice que Pascal inventó la ruleta. Impulsado por su genio matemático, dio origen, sin saberlo, a una de las industrias mas prósperas de la actualidad. En octubre de 1658, Pascal dio a conocer el libro HISTORIA DE LA RULETA, fundamentándose en los métodos de Roberval, un sabio francés que lo había precedido en ese rumbo.
La edad moderna anota entre los ilustres jugadores de la especialidad a Madame Pompadour, en cuyo tiempo, y quizás por su influencia, se introdujo la ruleta en Francia.
Según el benemérito diccionario de la lengua do la Real Academia Española, la palabra "martingala" proviene del francés martingale (y ésta del provenzal martegalo, de Martigue, ciudad de Provenza). La acepción de uso más corriente es la tercera: artimaña, artificio para ganar.
Pero ganar es, siempre, mucho más difícil que dejar hasta la camisa sobre el paño verde. Cuando se comienza a acertar, se puede llegar a creer que todo es cuestión de doblar la apuesta hasta desbancar a la casa. Pero las rachas de más de diez chances repetidas son frecuentes.
El secreto consiste en retirarse a tiempo. Y, en estos casos, uno nunca sabe cuando es "a tiempo".
Para enfrentarse al casino con chances ciertas, habría que poseer en los bolsillos una banca tan ilimitada como la de la propia casa, lo cual es difícil en los casinos estatales, ya que dentro de la maraña de organismos burocráticos, la banca también cuenta con la Casa de Moneda.
El record, en algún momento, lo tuvo Monte Carlo, con 26 negros consecutivos (conviene consignar estos datos en forma condicional, porque quién sabe que milagros estará haciendo la mano de algún croupier mientras escribo estas líneas). Justamente, el hacedor del destino de los apostadores pareciera ser el croupier, que se erige en dueño de haciendas y fortunas al arrojar al plato de la ruleta la caprichosa bola.
Por ese motivo, una de las cábalas más habituales es seguir de mesa en mesa el rumbo de algunos que parecen favorecer la suerte. Pero la ruleta también tiene sus contraindicaciones para los supersticiosos. Con sólo saber que sus 36 números, sumados, den nada menos que 666, cifra que la mitología bíblica simboliza al diablo, alguno de ellos han dejado de jugar definitivamente.
En 1861, Francia se quedó con la mayor parte de las tierras fértiles del pequeño principado de Mónaco, dejándole a la familia Grimaldi sólo un peñasco sobre el Mediterráneo, mirando a Italia. La princesa madre, Carolina, sugirió entonces a su hijo Charles III que acudiera en busca de un personaje de dudosa prosapia, llamado Francois Blanc. Los antecedentes de este sujeto eran la fundación de un lujoso casino en Luxemburgo y otro en la ciudad de Baden-Baden (Alemania). La ruleta, que había encumbrado a Blanc, en esos tiempos comenzaba a crearle cierta mala fama, debido a que algunos personajes, luego de perder fortunas, decidían seguir el camino del suicidio. Al establecerse en Mónaco, Blanc hizo coincidir la habilitación del casino con la prohibición de la venta de armas en el distrito. De cualquier modo, los infortunados elegían matarse tirándose desde un peñasco.
Francois tuvo un hijo, Camille quién siguió sus pasos: una de las frases que lo atribuye la leyenda al joven tahúr es "noir ou rouge, C'est toutjours le blanc qui gagne" (negro o rojo, siempre gana el blanco), en alusión a su propio apellido. Otra de las anécdotas lo describe diciendo, con cara de póker, "ya va a volver, es dinero prestado", cuando un inglés llamado Deville Wells desbancó a Monte Carlo en una sola noche.
Este salpicado de recortes, algunos ciertos y otros muy probablemente apócrifos (quién sabe), no puede olvidar a Dostoievsky y su apasionamiento por la ruleta. Su vida estuvo dividida entre el paño verde y el blanco de las hojas; jugó y escribió en su país y fuera de él. Según cuentan, el novelista sentó cátedra a tal punto que fue imitado por muchos que pensaron que para escribir con su maestría, primero debían tener varias malas noches en algún casino.
En Estados Unidos, el gobierno decidió organizar una lotería oficial en 1875, y los escasos billetes que sobrevivieron al tiempo, firmados de puño y letra por George Washington, son hoy preciadas piezas de colección.
Actualmente, en el país del Norte el juego no se limita a las máquinas tragamonedas de Las Vegas ni a los casinos de las grandes ciudades, publicitados hasta el hartazgo en las superproducciones de Hollywood. Hasta la espera del cambio de luces de un semáforo puede ser matizada con una "raspadita", expendida por una maquina a cambio de una moneda. El futuro no es otro que una era de loterías supertecnificadas, violentamente competitivas, inviolables, infalibles, computarizadas, e incluso transnacionales: el 9 de mayo de 1992 se realizó el primer sorteo mundial de lotería, en el cual Argentina comprometió su participación.
El emperador Carlos I de España, el 24 de agosto de 1529, ordenaba desde Toledo a las Audiencias y Justicias de Indias: "Prohíban, imponiendo grandes penas, los grandes y excesivos juegos, y que ninguno juegue con dados, ni los tenga en su poder (...) y que nadie juegue a los naipes ni a otro juego más de 10 pesos en un día natural de 24 horas".
En 1596, Felipe III decretaba en Madrid: "Juntase en tablajes públicos mucha gente ociosa, de vida inquieta y depravadas costumbres... por el interés de baratos y naipes; y ahora apunta a la cabeza porque estas juntas, juegos y desórdenes, suelen ser en la casa de los gobernadores, corregidores, alcaldes mayores... mandamos... hagan castigar y castiguen los delitos cometidos en casas de juegos y juntas de gente baldía".
El 7 de septiembre de 1594, el tercero de los Felipes señalaba desde su palacio de San Lorenzo, que el "mal del juego" se hallaba difundido aún en las más altas clases sociales, y que "algunos ministros togados, debiendo dar mejor ejemplo en sus acciones, y corregir y castigar excesos, los cometen y consienten, teniendo en sus casas tablajes públicos, con todo género de gente, donde día y noche se pierden y se aventuran honras y haciendas".
Así era vista en España la situación del juego en el continente dominado, favorecida por la distancia, la desobediencia y el olvido. Las cosas no podían ser más claras: en 1610, el hijo de Felipe II prohibía a las altas autoridades españolas en América que "tengan tablajes de juego, aunque sea con el pretexto de sacar limosnas para hospitales, y otras obras de piedad".
Entre las tantas anécdotas sobre quién y cómo se inventó podemos relatar la siguiente: dos capitanes con sus tropas enfrentados a batalla y siendo pareja las fuerzas, para evitarse una masacre decidieron echar suertes sobre quién sería el ganador; temiendo que el rival hiciera trampas con dados o barajas acordaron hacer rodar una rueda de carro sobre su eje previa marca y una flecha normanda señalaría al vencedor. Nunca se supo quien fue el ganador.
La Revolución Francesa con su ímpetu moralizador trata de ralear la institución del juego. Curiosamente en el caso de la ruleta algo insólito la detiene, un "gremio" de ayudantes de banca (algo así como los actuales croupieres) solicita al Directorio que se le otorgue la "concesión para explotar la Casa de Juegos de Nimbes". Los obreros del tapete aducen "la falta de salarios" (una mora de pago de seis meses, la única retribución) y se comprometen a entregar el 50% de la renta bruta al gobierno. Entre tira y afloje se les extiende "un permiso precario". Nimbes heredera de la antigua Reims se convierte en el paraíso de los apostadores.
La ruleta moderna sin embargo es netamente parisina gracias a la célebre madame Pómpadour y a los seductores influjos que ejerce sobre el señor de Sartine (jefe de Policía).
El Casino Royale se funda en 1769 Napoleón lo clausura en 1799 pero a causa de los tumultos que causa la medida es reabierto. Mezcla de curiosidad y ansias de riqueza el "jeu cruel" (como se lo bautiza) se disemina por toda Europa, con una inevitable secuela de desesperados y afortunados. El principado de Baden lo prohíbe en 1872 y lo mismo ocurre en la Ciudad Luz, (esfuerzos inútiles) no obstante, la rueda de la pasión numerada ya hace furor en todas partes.
Los sucesores de lord Bristol fundador de los primeros "hoteles veraniegos", riegan con ruletas los centros balnearios. Sir Robert Crompton regente financiero de los primeros Casinos de Juegos de Sociedad enuncia su clarísima tesis: "Allí donde hay gente ociosa hay dinero, allí donde hay gente ocupada también. La entrada al Casino es libre de aceptación voluntaria no forzada.
Entretanto, un principado - el de Mónaco - prueba fortuna con la fortuna ajena. “Los casinos no juegan todo consiste en intercambiar el dinero entre los apostadores” y da por inaugurada en aquel mismo año su Sala Dorada. Entre 1870 y 1900 se abren más de 180 "Casas de Diversión" en Europa central y oriental también en Moscú y Estambul, solo tienen acceso a las mismas la nobleza y la casta dominante ya que el precio de las entradas equivale a una semana de jornal de un operario medio.
En América del Norte tras algunas resistencias la ruleta se aposenta a partir de 1855 en la legendaria ciudad de Tucson y junto a San Diego son las pioneras. El estado de Nevada en un solo año (1890) autoriza el funcionamiento de 230 casinos privados. Se estima que el estadounidense en promedio apuesta 4000 dólares anuales contra apenas 1700 del europeo.
Uno de los primeros estudios se realizó en el siglo XVII "notables de las matemáticas" - entre ellos los franceses Blas Pascal y Pierre de Fermat - estudian científicamente el fenómeno. Numerosas "leyes estadísticas" o "fórmulas algebraicas del azar" nacen de ese profundo rastreo pero siempre la conclusión es la misma, la banca con tiempo nunca pierde, pero no es así, los casinos tuvieron que implantar la postura máxima para mantener ganancias.
Anécdotas
Mar del Plata tuvo (y tiene) sus "martingaleros". Quizás el que mayor impacto causó fue la organización montada por los alemanes del Graf Spee. El sistema mal llamado "de los alemanes" no es de los alemanes, es de un peluquero Don Pascual Bartolucci que vivía en la ciudad de Necochea. La "cosa", fue así, a mediados de la década del "40" se anularon las concesiones de los casinos pasando a manos estatales, las ruletas que estaban funcionando en Río Hondo fueron trasladadas a Necochea donde Bartolucci sistemista y de diaria concurrencia al cotejar los cartones se dio cuenta de la frecuente salida de ciertos números sospechando y luego comprobando el "pandeo" de ciertos cilindros . . . empezó a jugarlos CON EXITO.
Al tiempo estos cilindros son trasladados a Mar del Plata, el astuto peluquero los sigue y los identifica inmediatamente. ¿Cómo entran los alemanes en esto?. Sencillo, la mujer del peluquero jugando en una de las mesas que le indicaba su marido entra en conversación con la mujer del alemán quien le admira su "suerte" recibiendo como respuesta que no sabía porqué salían tanto los números que le indicaba su marido.
Historia de la Ruleta
El término "Ruleta" proviene de una palabra francesa que significa rueda pequeña. El origen de la ruleta, sin embargo, no es muy claro. Mientras algunas fuentes señalan al matemático francés Blaise Pascal como inventor de la ruleta en el siglo XVII, otras fuentes señalan que tuvo su origen en China y que habría sido llevado a Europa por los frailes dominicos en su intercambio comercial con los chinos.
Algunos especialistas sostienen que en la segunda mitad del siglo XV ya se conocía el Girello (o Girella), un juego que consistía en hacer girar una rueda alrededor de un perno central. Unos siglos después, concretamente en el XVIII, se había difundido un juego que constaba de una rueda y una bola. Se trataba del juego de la Hoca, que se practicaba con una rueda giratoria provista de cuarenta bocas y una bola. De manera que el juego de la Hoca podría considerarse como la primera ruleta que adoptaron los casinos de Saint – Cyr (Francia), Baden-Baden (Alemania) y Baden (Austria)(Arancio, 1991).
Hacia fines del siglo XVIII, la ruleta se torna muy popular cuando el Príncipe Carlos (príncipe de Mónaco en ese tiempo) introduce el juego a Mónaco como un medio de alivio a los problemas financieros existentes en aquel entonces en la región. Sin embargo, la versión moderna de la ruleta no aparecerá sino hasta el año 1842 cuando Frenchmen Francoise y Louis Blanc inventaron la ruleta con un sólo cero.
La ruleta habría llegado eventualmente a América hacia principios de los años 1800's. No obstante, la versión de la ruleta con un sólo cero fue rechazada en América y se utilizó exclusivamente la ruleta con el cero y doble cero. El juego ganó gran popularidad con la fiebre del oro en California.